Siempre he defendido que la mejor manera de comprender lo que comes es optar por alimentos sin etiquetas. Piensa en frutas frescas, vegetales, tubérculos, huevos y pescado, por ejemplo. Estos alimentos son reales por naturaleza, no contienen ingredientes, ¡son ingredientes! Son la base de una dieta libre de inflamación.

Sin embargo, en la vida diaria, a veces recurrimos a productos envasados y etiquetados. En estos casos, la clave está en entender lo que compramos para tomar decisiones informadas. Aquí van algunos consejos básicos para leer y entender la información nutricional en el etiquetado de un producto:

Enfócate en los ingredientes más que en la tabla nutricional. Allí encontrarás mucha más información sobre si deberías consumirlo o no.

El primer ingrediente de la lista es el que predomina en el producto. Si un yogurt comienza con «endulzante» y luego sigue lo demás, el componente principal no es la leche ni los probióticos, sino el azúcar.

La lista de ingredientes no debería ser larga, idealmente menos de 5 ingredientes.

Deberías ser capaz de entender, leer y pronunciar cada ingrediente. Si no puedes hacerlo, es una señal de alerta.

Si ves Glutamato Monosódico, ¡evítalo! Es altamente adictivo y se ha asociado con problemas como migrañas y disrupción endocrina.

Fíjate en la fecha de vencimiento.

Inspecciona el empaque. No debe estar oxidado, golpeado, roto ni tener moho. Si es transparente, verifica que no haya insectos en el interior.

No te dejes engañar por etiquetas frontales como «Light», «Sin azúcar» o «Bajo en carbohidratos». Lee siempre los ingredientes.

Confía en lo que la naturaleza brinda, como lo que podrías recolectar, cazar o pescar. Mantén un escepticismo saludable ante lo empacado y procesado por el ser humano. Lee las etiquetas y aplica el sentido común. Por ejemplo, un queso debería contener leche y sal, no almidones ni conservantes.